El taller consistía en buscar y encontrar una pregunta y Roberto sabía por donde comenzar. A pesar de que sabía con claridad que la pregunta tenía que tener relación con el negocio, todas las ideas que surgían tenían que ver con su búsqueda personal y con las dudas e inseguridades que tenía con su pareja.
Cuando trataba de visualizar el negocio para que se dieran las condiciones de que naciera una idea para la pregunta, en la visualizaicón aparecían imágenes, sonidos, olores y emociones que le llevaban a repordar, nuevamente, sus inseguridades, dudas, temores y retos personales.
Al revisar los retos de su negocio, éste aparecía mágicamente en un marco de perfección muy sospechoso.
Tomó la decisión de respirar profundamente y ver un fondo. Demoró en decidir, desde su comodidad, el color del fondo. Finalmente se decidió por uno negro. Hizo esfuerzo por ver, en ese fondo negro de su mente, un signo de apertura de interrogación. (¿así se llama?). Al principio ese signo era de color negro, lo que hacía imposible identificarlo en ese fondo negro. De esa forma perdió tres o cuatros signos, hasta que logró ver uno de color blanco. Pero el contraste tan fuerte lo incomodó y quiso entender cuále es el color de la pregunta. Tenía sentido entender el color de una pregunta, si la pregunta en sí misma no estaba planteada? O quizás, ¿el poner un color a la pregunta induciría la pregunta en si misma? A medida que más lo intentanta, más fácilmente se le daba poner un color al signo de apertura de interrogación. Sospechó que lo que no estaba funcionando era que, para que una pregunta tuviera sentido, tendría que tener no solamente el signo de apertura de interrogación, sino también el signo de cierre de interrogación. Así que decidió crearlo en su fondo negro de mente. Pero le costaba trabajo lograr que el color del primer signo coincidera con el color del signo de cierre. Esto le dió la idea de que, tal vez, el senitdo inicial de la pregunta podría cambiar a medida que la pregunta se iba elaborando. Roberto comenzó a sentir presión pues ya los demás participantes del taller estaban exponiendo sus preguntas con entusiasmo y creatividad. Cuando le correspondió su turno, aclaró la garganta, sonrió y comenzó.